18 octubre, 2006

Caravasar, 19 de octubre 2006

TODOS SOMOS PAISANOS





Los seres humanos somos todos paisanos.
Cuando nos encontramos con alguien de nuestra parroquia en otra ciudad u otro pueblo, nos alegramos.
Esto mismo ocurre cuando estamos de visita en un país que no es donde hemos nacido y nos topamos con un compatriota.
Algo similar sucedería si pudiésemos viajar por otros sistemas solares. Al encontrar a una persona de nuestro sistema solar nos sentiríamos muy agradados.
Imaginemos ahora que nos hallamos en una galaxia distinta a la Vía Láctea. También nos sentiríamos contentos de compartir con alguien de la que consideramos nuestra galaxia, ¿verdad?
Y qué decir si tuviésemos ocasión de trasladarnos a otro universo. Obviamente, consideraríamos como paisano a cualquier individuo nacido en el que estimamos como nuestro.



Este ejercicio mental me ha llevado a pensar que todos los nacidos en el planeta Tierra somos paisanos, sin importar el lugar donde hemos nacido.
Claro está, cada quien ha nacido en una ciudad o un pueblo distinto, en un país diferente, en alguno de los cinco continentes habitados. Pero todos somos terrícolas. Todos pertenecemos al mismo sistema solar, a la misma galaxia, al mismo universo.
Vistas así las cosas, nuestra perspectiva se hace más amplia. De este modo, ya no sólo tenemos una casa en una calle, en un barrio o urbanización de una parroquia, en un pueblo o ciudad, en un estado o provincia, en un país de un continente, sino que esa casa se halla en una calle de un barrio o urbanización de una parroquia, en un pueblo o ciudad, en un estado o provincia, en un país de un continente del planeta Tierra, que forma parte de uno de los sistemas solares de la galaxia llamada Vía Láctea, en el único universo que conocemos.



Entonces, ¿tiene sentido el regionalismo? Sí, pero sólo hasta cierto punto.
Como ya señalamos al principio, existe una identificación con quienes han nacido o vivido cerca o en el mismo lugar donde hemos nacido o vivido. Una identificación que nos regocija al advertirla.
Lo que proponemos no es eliminarla sino ampliarla. Sentirnos paisanos no nada más de quienes comparten los espacios pequeños con nosotros, sino sentirnos paisanos de aquellos con quienes compartimos todo el espacio.
Ello puede conducirnos a una mayor identificación incluso con quienes no comprendemos, por razones de cultura, religión o idioma. Son paisanos de continente, de planeta, de galaxia o de universo.
Paisanos.
Y nos contenta toparnos con nuestros paisanos en cualquier lugar del mundo que ocupamos.